somos quiénes ponemos y quitamos a quienes nos representan.
¿Acaso en democracia los partidos no deberían ser más aliados que adversarios? ¿Por qué este interés desmesurado por desmerecer el trabajo del otro? Se comunica incluso
sin hablar, antes de hablar.
Cuando ves a un líder, solo con ver sus gestos, manera de mirar, te puedes dar cuenta en algunas intervenciones de que su interés principal es la pelea, el quedar bien con los de mi bancada para luego escuchar aplausos y eso de «que bien estuviste con tu
discurso».
Por lo tanto, la comunicación política no puede estar solo en manos de los que se dedican a la política como medio de vida. Universidades, organismos públicos, entidades con la autoridad suficiente y el conocimiento de lo que se habla, incluso la
empresa privada puede y debe hablar de política.
Estamos en un panorama del ya, del ahora, todo lo que me encuentro en la pantalla del móvil al usar Instagram o haciendo zapping en la televisión, es válido, es lo que vi, es
lo que escribió un amigo, es lo que compartió un compañero de trabajo. Y me pregunto ¿dónde queda la capacidad de contrastar la veracidad de la información?
Comparamos meticulosamente si un Smartphone tiene no se cuantas gigas, si un yogurt tiene más o menos kilocalorías o si en la cuenta del restaurante me cobraron un café demás, a cambio, no analizamos si una noticia o un contenido puede ser falso o no
es de una fuente fiable. ¡No hay filtro!
Entonces ¿a quién creer? A quien me inspire confianza ¿quién me inspira confianza? Quien hable sin tapujos, sin miedo al que dirán y a lo que puedan hacer luego con mi mensaje, quién diga la verdad.
La comunicación política no es marketing político, no tiene porque estar llena de tecnicismos, palabras de poco entendimiento, palabras altisonantes, ruido. En comunicación también menos, es más, mucho más. Las estrategias de comunicación política tienen que ahondar más en el que, que en el cómo. No todo vale para hacer llegar el mensaje político.
El informe de la consultora Gartner del año 2017 ya predecía que en este año 2022 la mayoría de los ciudadanos de las economías y países desarrollados, llegarán a consumir más información falsa, que información verdadera.
Cuatro de cada cinco pensamientos que tenemos son negativos. La combinación de las falsedades con pensamientos en la línea de la negatividad imagina lo que son capaces de hacer. Combatir noticias falsas es ya una de las tareas a las que se dedica más
tiempo en cualquier proyecto político.
Quiero y confío en una comunicación política que vuelva a una plaza de mayor sosiego, más pacífica y pensada. Quiero pensar en que los profesionales que nos dedicamos a esta maravillosa profesión ponemos nuestro grano de arena para intentar crear un
mensaje más positivo, más natural y cercano a la ciudadanía, y donde la politización de la comunicación no tenga cabida.