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Estatua del Che Guevara lleva más de 50 años desaparecida

Ernesto "Che" Guevara

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

  • Autor,Carolina Robino
  • Título del autor,BBC News Mundo

La noche del 16 de septiembre de 1973, cinco días después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende, una estatua de bronce enorme fue derribada de raíz.

El ruido que provocó su brusca caída despertó a los vecinos de San Miguel, el populoso barrio de Santiago donde se había inaugurado tres años antes con bombos y platillos. Era el primer monumento del Che Guevara levantado en el mundo.

Hay muy pocas imágenes de lo ocurrido, aunque en algún recorte de prensa se ve un camión militar arrastrando lo que queda del homenaje al guerrillero argentino. Ahí se le pierde el rastro; lleva más de 50 años desaparecida.

En “Revolución”, su segunda novela, el periodista y escritor chileno Juan Pablo Meneses se dedica a sacar del olvido la singular historia de esta estatua que fue venerada, pero también atacada y hasta decapitada por los detractores de las ideologías revolucionarias.

¿Cómo llegas a esta historia tan increíble y desconocida?

La había escuchado rondar durante mucho tiempo, y cada vez que alguien me contaba algo se iba agrandando.

Pero cuando me puse a investigar, no había casi nada, prácticamente no había fotos, la gente que vivía ahí no se acordaba.

Sin embargo, yo iba encontrando detalles, como que era el primer monumento en el mundo al Che, que Pinochet había llamado personalmente para que la botaran, que Fidel la visitó a pocos días de su inauguración, y que Neruda organizó una colecta cuando le volaron la cabeza.

Todo eso me fue llamando la atención y me fue empujando a querer escribir sobre el tema.

Es, como tu libro anterior “Una historia perdida” -que narra el bombardeo al hospital de la Fuerza Aérea en Chile el mismo 11 de septiembre de 1973-, una historia olvidada. ¿Qué te atrae del olvido?

Yo vengo de diez años de hacer crónica, o periodismo literario -como quieras decirle- y con este libro y con la novela anterior hago un ejercicio de mover los componentes y hacer algo que se podría llamar literatura crónica.

Creo que para América Latina es importante reportear las historias desconocidas que tienen que ver con la memoria y empezar a usar la ficción en algunos elementos, porque es la única manera de que podamos contar nuestra historia real.

¿Por qué?

Porque resulta que ya no llegaron las investigaciones periodísticas, ni las investigaciones judiciales, ni las académicas.

Entonces, como no llegó nadie a decirnos ‘esto fue lo que realmente pasó’, qué hacemos: ¿no lo contamos o terminamos de contar las partes que faltan, de unirlas, con ficción, con historias, con cosas que te van contando?

De alguna manera eso ya está pasando en las series.

Yo estaba en México dando un taller en julio cuando tomaron preso al Mayo Zambada en Estados Unidos, y una tallerista me dijo que la verdad completa solo la vamos a saber cuando se estrene en Netflix Narcos 15.

¿Te das cuenta? Pareciera que ya estamos asumiendo que cuando la ficción nos cuente una historia, lo que vamos a terminar entendiendo va a ser la historia real.

Eso es lo que a mí me interesa: la ficción que instala verdades.

Otra imagen clave del Che es la que le sacaron en Bolivia después de que lo matan, para la que se sabe que manipulan y mueven su cuerpo y hasta le abren los ojos…

Alma Guillermoprieto dice que el Che comienza a existir después de muerto, y esa es, por cierto, una imagen que le da mucha potencia a su figura.

Uno podría decir que su muerte es quizás el punto más alto al que llega la influencia y el encantamiento latinoamericano por la revolución, porque su muerte lo convierte en un dios.

Che Guevara muerto en un hospital de Bolivia.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,El Che murió asesinado a tiros el 9 de octubre de 1967. Su cuerpo fue expuesto en Bolivia para que los corresponsales extranjeros certificaran su muerte.

Y que tal vez todo ese ideario empieza a caer con el golpe de Pinochet, que fue muy emblemático a nivel mundial.

Entre 1967 -cuando matan al Che- y 1973 -cuando Allende muere en La Moneda- se vive lo que uno de los personajes que participó en la construcción del monumento llama una borrachera revolucionaria, que ya todos sabemos cómo terminó.

De alguna manera, si bien el protagonista es el Che, el libro es también una excusa para hablar de Chile, y de los paralelos entre la estatua y el gobierno de la Unidad Popular.

Es que la estatua duró el mismo tiempo que el gobierno de Allende: se inaugura cinco días después de que asumiera y fue derribada cinco días después del golpe.

Yo creo que si se hiciera un documental de cómo se instaló, los homenajes que le hicieron, los ataques que sufrió, mostraría de manera casi certera todo lo que fue ese período de la historia de Chile, sobre todo, el tema de la violencia y del fanatismo.

Antes de empezar este libro tú no eras guevarista, dices. ¿Te convertiste escribiéndolo?

Sí, es cierto, yo nunca fui guevarista, pero además, en Chile hablar del Che Guevara en la dictadura era realmente hablar del demonio.

Ahora, como autor, siento que el Che está en su peor momento. Hay países donde se han tirado o se propone tirar las estatuas en su honor y su ideario está cada vez más olvidado.

Mi acercamiento a su figura viene de mi experiencia en Clarín, donde edité una serie sobre el tema del consumo, que es increíble también: cómo el capitalismo convierte a uno de sus peores enemigos en las cosas más absurdas, en helados, calzado de verano y hasta en ambulancias, lo que veo de alguna manera como un fracaso capitalista, una rendición.

Yo soy un guevarista del Che que la gente compra y usa sin saber realmente quién es, qué significa, porque al final nadie sabe lo que es el Che: yo diría que es el gran invento, la gran obra literaria latinoamericana del último tiempo.

Su historia la han construido después de su muerte los que lo odian y los que están a favor. Y ni siquiera a partir de sus discursos.

Mural con la imagen del Che Guevara en Cuba.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,“Podríamos decir que Guevara fue el primer influencer latinoamericano”, dice Juan Pablo Meneses.

Fíjate que hay dos centros de estudio latinoamericanos centrados en el Che, uno en Rosario, Argentina, y el otro en La Habana, y nunca se han puesto de acuerdo entre ellos sobre cuál es el pensamiento guevarista.

En ese sentido, podríamos decir que Guevara fue el primer influencer latinoamericano, desde el punto de sentir que de repente la gente lo sigue, aunque no sepa muy bien por qué.

Hablemos de la denuncia que hace Juan, tu personaje central, exigiendo que se investigue dónde está la estatua, y te inspira a hacerlo tú… El personaje creando realidad.

Esto es 100% verdad.