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Por JUAN T H
La cúpula del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), eternizada en su dirección a través de mecanismos fraudulentos tras secuestrar la democracia interna, no ha dejado ningún sector social, político y económico sin trastocar, envilecer, malear y corromper, despojándolo de todo vestigio ético y moral con el propósito de continuar usufructuando de los bienes del pueblo.
El Estado en manos del PLD es su patrimonio. La democracia, una caricatura gracias al control y dominio de la Justicia (jueces y fiscales) y del Congreso (diputados y senadores), de la Junta Central Electoral, Tribunal Superior Electoral, Cámara de Cuentas, Fuerzas Armadas, Policía Nacional, Banco Central, Banco de Reservas, Banco Agrícola, etc., etc., etc., cuyos integrantes, en su mayoría, han sido igualmente maleados por la corrupción.
Para consolidar el poder absoluto, el PLD se planteó aniquilar el sistema de partidos destruyendo o debilitando a los tradicionales; a saber, Reformista Social Cristiano (PRSC) y Revolucionario Dominicano (PRD), comprando a sus principales dirigentes invirtiendo en ellos miles de millones de pesos.
Las irredentas masas populares en gran medidas también han sido vapuleadas por los vicios de un sistema clientelar y patriarcal que las envilece impidiéndole luchar contra los males que las afectan manteniéndolas sumidas en la pobreza y la miseria absoluta.
De algún modo todos se “benefician” de la corrupción, razón por la cual ese fenómeno no encabeza las encuestas como uno de los principales problemas del país que le cuesta más de cien mil millones de pesos todos los años.
La cúpula del PLD, en menos de 20 años se convirtió en el principal poder de la nación por encima de otros grupos que tienen una actividad productiva por más de cien años. Menos de 50 personas dominan el escenario económico, político y social. El empresario o grupo empresarial que no se somete a sus dominios puede ser llevado a la ruina.
Los principales dirigentes del partido oficial, otrora pobres de solemnidad, tienen empresas inmobiliarias, mercados, supermercados, industriales, de combustibles, electricidad, radio, televisión, tele-cables, periódicos impresos y digitales. De las empresas que no son dueños, son socios. La fortuna de cada uno es tan grande que, como dice la gente, “no la salta un chivo”.
Tan grande ha sido el desplome moral del PLD que el presidente Danilo Medina, dijo que para reelegirse había que comerse un tiburón podrido y echar al zafacón los principios, cosa que ha hecho sin sonrojarse.
Para lograr sus propósitos, con recursos moralmente reprochables, sacó de circulación a Leonel Fernández vinculándolo al narcotráfico y quitándole el liderazgo dentro del partido. Luego compró en el Congreso la reelección. Ya en plena campaña, empoderando de poder y codicia, pretende comprar las elecciones aunque genere un déficit superior a los 200 mil millones de pesos.
Comiendo tiburones podridos, sin eructar y sin taparse la nariz para que el mal olor no le haga daño, va Danilo Medina echando principios al zafacón de la inmundicia política en busca de la reelección sin pagar consecuencia amparado en todo el poder que tiene en sus manos.
Derrotar ese monstruo de mil cabezas será difícil. Solo el pueblo puede hacerlo a pesar de su envilecimiento, si deja de pensar y de actuar con el estómago, y no vende su voto ni su conciencia para que se produzca un cambio de gobierno y de presidente.