Quedan dos días de campaña en Perú y todas las encuestas sitúan a Keiko Fujimori claramente por delante. Así que el antifujimorismo está echando el resto en esta última semana para impedir el regreso al poder del apellido que marca la política peruana desde hace casi 30 años. La inquietud es tan fuerte que incluso la izquierda apoya a un candidato de centro derecha como Pedro Pablo Kuczynski. Todo, con un único objetivo: cerrar el paso a Fujimori.
Todo se precipita en la última semana. El lunes, la líder del Frente Amplio de izquierdas, Verónika Mendoza, pidió el voto para Kuczynski “contra Fujimori” y el martes por la noche ella se convirtió en una de las figuras principales en la masiva marcha Keiko no va, organizada por los mismos colectivos juveniles y sindicatos que realizaron estas movilizaciones hace dos meses, el 5 de abril, justo antes de la primera vuelta, cuando no consiguieron impedir que ella se alzara claramente con la victoria en esa ronda inicial. Todo para dar un vuelco en el último momento.
“Tenemos optimismo, en nuestros trackings vemos que se está acortando la diferencia con Fujimori; muchos giran por temor al poder absoluto que podría tener”, explica Martín Vizcarra, candidato de Kuczynski a la vicepresidencia, en un encuentro con medios de comunicación extranjeros.
La marcha, de casi tres horas, fue la gran traca final del antifujimorismo. Decenas de miles de personas ocuparon unos 3,5 kilómetros desde la delantera hasta la cola de la manifestación, por las principales avenidas del centro de Lima. Algunas llevaban adhesivos en el rostro con la palabra “dignidad” en color amarillo, mientras que el más llamativo grupo lo formaban más de 20 jóvenes semidesnudas que se solidarizaban con las víctimas de esterilización forzosa durante el Gobierno de Alberto Fujimori, padre de la candidata, en los años 90.
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Kuczynski —que estaba previsto que acudiese a la marcha, pero que finalmente declinó para evitar que se considerase un gesto antidemocrático a pocos días de la votación del domingo— solo puede darle la vuelta a las encuestas con una ola de rechazo a todo lo que representa el fujimorismo. La marcha fue, en realidad, un gran empujón a su candidatura.
Juan Ormeño, estudiante de Ciencias Políticas que fue solo a la marcha, caminaba con un cartel alusivo al puerto de El Callao, que hace meses es objeto de disputa entre bandas de narcotraficantes que buscan controlar los contenedores. “En El Callao, en cualquier momento a uno le puede caer una bala sin tener nada que ver. Desde el colegio sé lo que pasó en el Gobierno de Fujimori, cómo robaron, y sé que el dinero que han gastado en las campañas de 2011”, argumentaba. Fujimori ha sufrido un gran escándalo durante la campaña que le ha forzado a apartar a su secretario general y principal financiador, Joaquín Ramírez, investigado por la agencia antidrogas de EE UU por blanqueo. Sin embargo, la candidata parece inmune y sigue firme en las encuestas a pesar de que tanto este como otros asuntos hundirían cualquier otra campaña.
El exfiscal Avelino Guillén, cuya acusación a Alberto Fujimori fue la base para que fuese condenado a prisión —donde sigue— hasta 2031, participó en la marcha con varios familiares. “De ganar, sería la continuidad del régimen de su padre; Perú vive un momento delicado, pues hemos visto una campaña millonaria cuyos fondos no podemos conocer”. Guillén es miembro del equipo anticorrupción de Kuczynski.
El debate del domingo, en el que Kuczynski lanzó durísimas acusaciones contra Fujimori y pidió a la gente impedir que ella gane para salvar a la democracia, el apoyo de Mendoza y la marcha del martes son los últimos cartuchos del antifujimorismo. Si no funcionan, la suerte parece echada.