Cuando más expectativas económicas se habían despertado en Cuba, el hundimiento de Venezuela, su pulmón energético, ha marcado la entrada de la isla en una nueva fase de anemia. El presidente Raúl Castro lo reconoció el viernes ante la Asamblea del Poder Popular, el Parlamento. El dirigente mencionó la “contracción en los suministros de combustibles pactados con Venezuela, a pesar de la firme voluntad de Nicolás Maduro y su gobierno por cumplirnos”.
Raúl Castro ha reconocido la crisis pero ha querido desechar los rumores de un nuevo Periodo Especial
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El Producto Interior Bruto cubano creció un 4,7% en el primer semestre de 2015, una cifra relevante aunque insuficiente para las necesidades de aceleración de la deteriorada economía de la isla. Un año más tarde, durante el mismo periodo de 2016, los resultados no sólo no han mejorado sino que se han debilitado hasta un crecimiento del 1%, la mitad de lo previsto, poniendo en alerta al Gobierno de Castro.
Con todo, el mandatario ha hecho hincapié, frente al runrún de la inminencia de un nuevo Periodo Especial (la demoledora crisis de principios de los noventa tras la caída de la Unión Soviética), en que Cuba no se está asomando a una sima de esa profundidad: “No negamos que pueden presentarse afectaciones, incluso mayores que la actuales, pero estamos preparados y en mejores condiciones que entonces para revertirlas”, afirmó ante la Asamblea.
Las primeras medidas ya se notan en el sobredimensionado sector público, con recortes en gasolina, menos uso de aire acondicionado y jornadas más cortas.
Durante las sesiones parlamentarias, el ministro de Economía Marino Murillo informó de que para el segundo semestre del año se ha decidido una reducción general de gasto de combustible del 28%, tratando de dejar intacto el gasto residencial, es decir, el consumo en los hogares, y garantizando las necesidades de industrias clave como el turismo, el níquel y el azúcar.
La exportación de estos dos últimos bienes, así como la de petróleo venezolano refinado en la propia isla, también ha caído, en línea con la crisis de los precios de las materias primas en América Latina. A ellos se suma la mengua de ingresos por servicios profesionales a socios exangües como Venezuela, Brasil o Angola.
La falta de divisas, cruz de la economía socialista cubana, se ha recrudecido y la previsión de importaciones se ha corregido a la baja, de los 14.416 millones de dólares que había calculado Economía para 2016 a 11.973, un 15% menos, según los datos de Murillo. Un 17% de inversión pública se congela. Para el alumbrado de las calles se prevé un 50% menos.
Con Venezuela despeñándose y una nueva oleada de emigración de trabajadores cubanos a Estados Unidos, para Cuba resulta cada vez más urgente que el deshielo diplomático del último año y medio con su vecino y antiguo archienemigo del norte se concrete aprisa en movimiento económico.
La llegada de turistas estadounidenses avanza y en el segundo semestre del año se reanudarán los vuelos comerciales, lo que seguramente disparará esos números, y el caudal de remesas ha aumentado, con un récord de 3.345 millones de dólares en 2015, según The Havana Consulting Group, pero el embargo sigue en pie, impidiendo los negocios entre empresas de Estados Unidos y Cuba.
La derogación del embargo depende del Congreso. El presidente Barack Obama ha pedido a los representantes legislativos que lo liquiden, pero prevalecen las resistencias del mayoritario sector republicano. Una victoria de la demócrataHillary Clinton en las presidenciales de noviembre daría continuidad al impulso de Obama desde la Casa Blanca. Es difuso lo que pasaría si ganase el republicanoDonald Trump: si su naturaleza de hombre de negocios lo llevaría a apoyar que el Congreso elimine el embargo o si, al menos en un principio, escurriría el bulto para no soliviantar al núcleo duro cubanoamericano de su partido.
Hoy La Habana mira preocupada a dos capitales. A Caracas, donde se cierra el horizonte, y a Washington, donde no termina de abrirse.
Fuente: elpais.com