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Por Raúl Mejía Santos
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El fenómeno conocido como la Primavera Árabe dio al traste con regímenes dictatoriales en la región del medio oriente de forma inesperaday convulsa. Tunísia, Egipto, Arabia Saudita, Libia y la desolada Siria son algunos de los países de la región que vieron cambios abruptos, violentos, promovidos por sectores civiles cansados de corrupción y prácticas abusivas desde las altas esferas del estado.Ejemplo de ello fue la caída del poderoso Hosni Mubarak en el Cairo, capital de un país moderado y aliado de occidente.El llamado cotidiano a orar de la mezquita se vio interrumpido por las multitudes que arropaban las calles en protestas cívicas, a veces no tan pacíficas en contra de los esbirros al servicio del totalitarismo que caracterizaron los gobiernos de dichos países.Occidente aplaudió que Facebook, la plataforma de interacción social fundada por el mago del plagio Mark Zuckeberg, sirviera de enlace de los miles de seres esperanzados en prender la mecha de la democracia en elMedio Oriente.La embestida fue dura y despiadada, los ríos de sangre consagraron la lucha en tierra santa.Aquellos que sufrieron décadas de torturas y cautiverio sentían la necesidad de expresar sus aspiraciones, ofrendando la vida sin temor alguno.Analistas de la CNN, Fox, BBC y EFE, por mencionar algunos medios noticiososinternacionales, hacían la comparativa con la Toma de la Bastilla en Francia, un 14 de julio de 1789.Dicho evento inició el proceso revolucionario más importante de la historia europea e inspiró luchas armadas similares en otros rincones del planeta.Resulta trivial analizar las ejecutorias y consecuencias de esa faena patriótica en Medio Oriente. Muchos alegan que la Primavera Árabe no alcanzó las aspiraciones y resultados que buscaban.La desesperanza e impotencia nos lleva al punto de la irreflexión, al punto de resistir la indolencia de quienes conducen el estado con la más fina opulencia que pocos años atrás no podían ostentar, mofándose de la necesidad y carestía de nuestros pueblos.La añorada tierra Quisqueyana nuestra no es la excepción. La desigualdad, impunidad y corrupción que vivimos los dominicanos no tiene comparación en tiempos modernos. Ni en el reinado del tirano se habían escamoteado tantos recursos del estado como ocurre ahora.El Partido de la Liberación Dominicana actúa con impunidad, comprando consciencias y forjando las bases del clientelismo en cada rincón del territorio nacional. Le han dado una estocada genial a la incipiente democracia enla tierra deDuarte, Sánchez, Mella y Luperón, hombres que dieron todo por la patria.Obligado es preguntarnos: ¿hasta cuándo? ¿cuándo llegará nuestra Primavera Árabe?; ¿cuándo tendremos la valentía de cuestionar el sistema nauseabundo y corroído que se nos impone desde la cúpula del peledeismo?; ¿cuando vamos a trazar la ruta y designios de los trinitarios, exigiendo lealtad a la verdad y la ética en la función pública?La arrogancia de funcionarios como el Euclides, Temístocles y Fadul nos llevan a concluir que en los pasillos de la casona construida por “El Jefe” en las proximidades de la afamada Barra Payán la hediondez permea sus paredes y quien ocupa el despacho presidencial luce inerte por ventaja y conveniencia. La reelección lo evidencia.Hacerse de la vista larga ante las exageradas comodidades de una clase política no puede ser la respuesta de un pueblo que se alzó de gloria y honra ante el poderoso invasor norteamericano en el 1965. Insisto, no por necedades o impertinencia, obligado es preguntarnos: ¿Cuándo llegará la Primavera Árabe dominicana?Por Raúl Mejía Santos Un dominicano de corazón que vive en la diáspora añorando un mejor país
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Periodista Napoleón Beras imparte curso taller en Miami.