Por Raul Mejia Santos
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Han sepultado al PRD.El partido político de mayor trascendencia histórica en la Republica Dominicana ha quedado relegado a un simple sostén del sector oficialista del partido de gobierno. Atrás quedaron las manifestaciones multitudinarias y la maquinaria electoral del colectivo que nos introdujo a la
democracia participativa, al concluir la tiranía del sátrapa Trujillo.
Era de esperarse, el más valioso de la política criolla, Miguel Vargas Maldonado, se ha encargado de enviarlo al crematorio a cambio de favores y contratas millonarias con el estado. Su gestión como Presidente del partido más importante en la historia moderna ha servido como plataforma para
mercadear alsector deDanilo Medina y venderlo como gestión única capaz de enfrentarlos males modernos del país, cuando en realidad más lejos de la verdad no podrían estar.
Ha sido un ejercicio patético ver como se venden por migajas al mejor postor, traicionando los ideales y postulados de un colectivo marcado por la gloria de su lucha en contra del régimen trujillista, desde su fundación en el exilio. Cuba le vio nacer en 1939, pero en los pasillos del Palacio Nacional, durante el
último proceso electoral, se le sentenció a muerte.
El PRD como partido político no es el mismo, ha abandonado la lucha social y cívica que le caracterizó por mucho tiempo. Fue el partido con la militancia más amplia en toda la historia de la República Dominicana, no tuvo comparación.
Dentro de sus filas se conjugaban distintos sectores de la vida nacional, tanto oligarcas santiagueros como pequeños comerciantes capitalinos, por ejemplo. Era común ver como las banderas blancas con el “jacho prendido” ondeaban los cielos en tiempos de campaña y encendían las calles en apoyo a su
máximo líder, el fenecido doctor José Francisco Peña Gómez.
El legendario líder del PRD nunca cayó ante la seducción del poder y valientemente guió su partido ante la tentación y luego persecución del gobierno de Balaguer durante los 12 años. Esos fueron tiempos
difíciles también, hacer oposición política tan aguerrida y constante como la hizo el Partido Revolucionario Dominicano era cavar la tumba.
Miguelito ha sido todo lo opuesto. Desconoce la integridad y valentía que requiere ser líder. Su norte siempre fue las ventajas que da la política. Se atrincheró en la Presidencia del partido ante los desacuerdos con un sector liderado por el ex Presidente Rafael Hipólito Mejía Domínguez y actuó en
complicidad con Danilo Medina para darle el triunfo al Partido de la Liberación Dominicana.
La Cancillería, la joya que genera divisas en el exterior, ha sido el premio que se le asignó, como cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores fue un comité de base del Partido Reformista Social Cristiano. El primer decreto de la nueva gestión del Presidente Medina lo atestigua.
El nuevo Canciller no está allí para dirigir la política exterior nacional, está allí para premiar a los dirigentes perredeistas que no abandonaron el barco y que entendieron durante el recién finalizado proceso electoral que lo “suyo” venia por vía de la reelección del actual mandatario.
Danilo Medina los compró y aseguró que la maquinaria de los blancos estuviera a su favor, aunque esto implicaba sepultar al legendario partido socialdemócrata. La fascinante y romántica historia del PRD la
vendió el más valioso, el MVP de la política criolla, nuestro flamante Canciller.
La muerte del PRD queda en la memoria colectiva como el acto más burdo y bajo en nuestra historia moderna. El Jacho se apago y dificilmente vuelva a iluminar los senderos de nuestra patria.