La noticia que primero presentó el diario The Washington Post la noche del martes tomó a todos por sorpresa, hasta a los asesores hispanos que trabajan con el candidato republicano en su plan de reforma migratoria y en cómo mejorar su imagen entre la comunidad.
Tras un par de horas sin verificación ni de la campaña ni de la presidencia mexicana (que de hecho al principio negó a Univision Noticias que estuviera planteada la posibilidad) ambos lo confirmaron vía Twitter.
Una visita a México tiene gran significado para cualquier aspirante a la presidencia de EEUU, pero Trump no viaja al sur de la frontera por la importancia del segundo socio comercial de EEUU.
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A setenta días para las elecciones presidenciales de noviembre el republicano busca dar un golpe de efecto para reencausar su candidatura, posiblemente tratar de reparar el daño que él mismo creó con la comunidad hispana desde el arranque de su campaña y presentarse ante el resto del electorado como un líder razonable.
Visto lo definida que luce la población hispana en su intención de voto (la proporción es casi 70 a 30 a favor de Hillary Clinton) no parece que el viaje busque congraciarse tanto con los hispanos como lucir “presidenciable” con otros, una labor en la que una salida al exterior ayuda mucho.
Aunque se trate de una visita privada, la reunión este miércoles con el presidente Enrique Peña Nieto muestra a las claras la habilidad de Trump para apropiarse del escenario político y le proporciona una inesperada plataforma desde la que recuperar un terreno donde las encuestas marcaban un inexorable deterioro. Más difícil será la digestión para México, cuya opinión pública, escaldada por la xenofobia y los vituperios del republicano, verá cómo su presidente le da la mano al hombre que ha pedido construir un muro para separar ambos países.