Por Dr. Angel Aguasvivas
Soy un orgulloso dirigente del Partido Revolucionario Moderno y, como tal, me mantendré ofreciendo mis mejores aportes para que el futuro nos permita superar las conductas perniciosas que arrastramos de la organización de donde vinimos.
Fueron muchas las veces que citamos las equivocadas e ineficientes políticas que dentro del Partido Revolucionario Dominicano se implementaban. Por esas razones pude observar, a priori, que el partido amenazaba con sucumbir en la división, tal y como sucedió. Y no solo se dividió, sino que quedo plegado a una entelequia politica estructural que se caracteriza por abandonar los principios fundamentales que soñaron sus fundadores.
Tomar la decisión de abandonar las filas de la organización políticas con mayores epopeyas históricas de nuestro país, fue sentimentalmente doloroso.
Nos fuimos del partido con la esperanza de que formaríamos filas dentro de una organización que se liberaría de aquellas dañinas costumbres de irrespetar los principios que nos hacían sentir orgullosos. Los principios éticos y morales eran y son ofendidos. La indisciplina y la falta de orientaciones hacia la formación politica se manifestaban desde las más hondas raíces de la organización.
Ahora que nos encontramos en el PRM nos esforzaremos en fomentar las ideas y las prácticas democráticas al mismo tiempo que trataremos de incrementar la mística que se necesita para que todos los miembros nos podamos sentir orgullosos de los dirigentes y del partido.
En las actuales circunstancias todos debemos fortalecer los esfuerzos para que podamos llegar al poder y desde ahí sembrar los principios que enarbolábamos como defensores de los más sanos intereses del pueblo dominicano. Un partido para las gentes. Un partido guiado por las decisiones de la mayoría. Un partido dirigido por los hombres que respeten y hagan respetar las directrices y orientaciones de las reglas estatutarias.
Necesitamos una organización con la fortaleza estructural que evite la holgazanería y el oportunismo de los que aprovechan sus posiciones para manipular engañosamente a los que ofrecen sus servicios políticos en forma ejemplar.
Defenderé mis principios al máximo, siempre respetando las creencias de los demás. Esa es la democracia. Las líneas de las mayoría serán mi horizonte, como debe ser, para que los resultados del esfuerzo de todos nos sirva de orgullo.
Nadie tiene la verdad absoluta, lo cual me orienta que debo aceptar que las opiniones de todos deben ser consideradas. Se impone, pues, que debemos ser autocríticos y al mismo tiempo reconocer que resulta más beneficioso unir nuestras mejores ideas con aquellas que son afines a las que otros posean.
Estas ideas las expreso con los sentimientos mas profundos de que podamos armonizar nuestras acciones en beneficio de todos.
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