Israel se ha despertado este miércoles con la sorpresa de la victoria electoral del primer ministro Benjamin Netanyahu. Con prácticamente todos los votos escrutados, el conservador Likud obtiene 30 escaños frente a los 24 de la coalición de centroizquierda Unión Sionista, encabezada por el laborista Isaac Herzog, en un Parlamento de 120 miembros. Netanyahu ha derrotado a las encuestas, que auguraban su derrota al final de la campaña, con un resultado épico que también hace añicos los sondeos a pie de urna difundidos la noche del martes por las cadenas de televisión, que arrojaban un empate entre ambas formaciones. Ahora se prepara para ser reelegido para un cuarto mandato como jefe de Gobierno, el tercero consecutivo desde 2009.
El desesperado esfuerzo del líder del Likud en la recta final de la campaña parece haberle servido para obtener un incuestionable triunfo en las urnas. Netanyahu se encuentra ahora en condiciones de negociar una nueva coalición tras consagrarse en las urnas en una especie de plebiscito a su carrera política. Si, como parece previsible, forja una alianza que le proporcione una mayoría de más de 61 escaños, estará en camino de convertirse en el primer ministro que más tiempo ha permanecido en el poder en la historia de Israel, superando incluso a David Ben Gurion, fundador del Estado. Un 71,8% de los electores, por encima de la media de anteriores comicios, ejerció su derecho al sufragio.
Un sonriente Netanyahu se ha felicitado de madrugada en Tel Aviv ante cientos de sus seguidores por la “victoria” del Likud antes de que se hicieran públicos los resultados oficiales. El primer ministro, acompañado en la tribuna por su esposa, Sara, ha invitado a los partidos conservadores a formar un “Gobierno nacional” en el que se ha comprometido a dar respuesta a las exigencias de la seguridad nacional y a las preocupaciones de los ciudadanos sobre el coste de la vida.
A pesar de la eficaz campaña social desplegada por el aspirante laborista, Netanyahu ha impuesto finalmente su agenda de seguridad en las urnas. El líder de la alianza de centroizquierda Unión Sionista ha protagonizado, sin embargo, un claro desafío a la hegemonía que ha ejercido la derecha israelí desde 2001 y ha devuelto la relevancia política a un Partido Laborista en declive. Junto con su aliada centrista, la exministra Tzipi Livni, ha reconocido su derrota a través de un comunicado y ha llamado a Netanyahu para felicitarle.
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La estrategia le ha permitido permanecer a flote, pero se ha cobrado a cambio bajas en las filas de sus aliados, como el ministro de Economía y líder de Hogar Judío, Neftalí Bennett, cuya lista baja a ocho escaños, y el ministro de Asuntos Exteriores, el ultraderechista Avigdor Lieberman, que se queda con seis diputados en sus filas.
Cuando los sondeos a pie de urna aún pronosticaban un empate, el presidente de Israel, Reuven Rivlin, recomendó un pacto de gran coalición entre las dos principales fuerzas. Pero tanto Netanyahu como Herzog desoyeron de inmediato el llamamiento del jefe del Estado. El líder laborista, visiblemente preocupado al comparecer ante sus partidarios, ha anunciado que va a intentar con todas sus fuerzas constituir un “Gobierno social” que busque “la paz con los vecinos”.
“La campaña ha estado marcada por el personalismo por encima de los programas de los partidos”, ha analizado los primeros resultados el exportavoz diplomático Yigal Palmor. Gideon Rahat, profesor de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalén y analista electoral, ha asegurado que “al jefe del Likud le entró un ataque de pánico al ver las encuestas y por eso dio un giro radical a su campaña”. En opinión de este analista, el líder de Unión Sionista se ha quedado estancado en sus expectativas.
En los resultados de los comicios israelíes destaca el éxito del partido centrista Kulanu, del exministro de Comunicaciones Moshe Kahlon, que se estrena en la Knesset con 10 escaños. La popularidad de Kahlon en el anterior Gabinete de Netanyahu se disparó cuando logró abaratar las tarifas de la telefonía móvil tras abrir el sector a la competencia. Los 11 escaños que suman los también centristas de Yesh Atid, del exministro de Finanzas Yair Lapid, les permitirán entrar en el juego de los pactos poselectorales. Los partidos ultraortodoxos judíos —Shas (sefardí, con siete escaños) y Unión de la Torá y el Judaísmo (askenazi, seis escaños)— mantienen por su parte sus cotas de influencia.