ST. LOUIS, Missouri— Donald Trump decidió este domingo morir matando. En el debate presidencial más salvaje de la historia de Estados Unidos, el candidato republicano no hizo nada que le pueda ayudar a resucitar su campaña presidencial atrayendo a los indecisos y a los republicanos que han renegado de él.
Como si se tratara de un mitin, Trump amenazó a Hillary Clinton con la cárcel, merodeó de manera inquietante por el escenario, atacó (verbalmente) a los moderadores, despreció las preguntas de la audiencia y no hizo ningún intento de explicarse o acercarse a los votantes. Muy agresivo y más ágil en sus mensajes que en el primer debate presidencial, el candidato republicano se centró en animar al núcleo duro de sus seguidores.
El candidato republicano mostró que su apuesta es luchar solo. Incluso se distanció de su aspirante a vicepresidente, Mike Pence, para apoyar a Rusia.
Su propio camino
La presión del segundo debate estaba nuevamente en Trump, que no sólo tenía que recuperarse de la mala actuación en el primer encuentro que le hundió en las encuestas, sino que llegaba con el peso de su último escándalo y la retirada de apoyos de sus colegas de partido.
Trump no hizo caso ni del consejo de Pence ni de los expertos en las crisis. No afrontó el problema, sino que le dio la vuelta para atacar a su oponente utilizando a su marido.
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Una hora y media antes del debate, en un hotel en St. Louis, Trump apareció ante las cámaras junto a tres mujeres que han acusado a Bill Clinton de abusos sexuales, Juanita Broaddrick, Paula Jones y Kathleen Willey. Las dos últimas han sido desacreditadas con pruebas. El caso de Broaddrick puede ser el más problemático para Bill Clinton. La campaña de Trump las sentó en primera fila en la sala del debate.
La tensión era muy alta desde el principio. Melania Trump y Bill Clinton se saludaron con menos cordialidad que en el primer debate. La esposa del candidato republicano tenía un gesto contrito. Los candidatos presidenciales no se dieron ni la mano, algo inédito. Clinton se limitó a mover la cabeza asintiendo enérgicamente al ver a Trump.
Trump le quitó importancia a sus comentarios recogidos en el video publicado por The Washington Post, no los afrontó y negó agresivo que besar y manosear a las mujeres fuera “asalto sexual”, como le recordó el periodista Anderson Cooper. “Nadie tiene más respeto por las mujeres que yo”, aseguró Trump.
Clinton utilizó un tono pausado y serio. Trump habló más deprisa y durante más tiempo, interrumpido por su fuerte respiración, como en el primer debate. Estuvo casi todo el tiempo en pie, merodeando a veces con aire amenazante alrededor de Clinton mientras la candidata demócrata hablaba. En varias ocasiones, Trump se puso detrás de ella, muy cerca, mientras Clinton respondía a las preguntas de los votantes.
Mientras Trump contestaba de pie, Clinton tomaba notas o le miraba en silencio sentada. El republicano no respondia a las preguntas de los moderadores, a los que no permitía repreguntarle ni interrumpirle. En el formato del town hall, apenas se relacionó con los votantes, cuyas cuestiones también evitaba contestar. Los votantes tuvieron poco tiempo de hacer preguntas.
“Fue un fracaso del formato. Habitualmente, el town hall lleva a los candidatos a ser más moderados porque están ante las preguntas de ciudadanos normales y esto hace que contesten directamente, con un tono suave y dirigiéndose a la persona. Eso no sucedió”, explica Steven Smith, profesor de Políticas de la Universidad Washington de St. Louis, donde se celebraba el debate. Como todos, no conseguía recordar ningún debate comparable tan agresivo y con ataques tan personales.