Por Raul Mejia Santos
El embajador norteamericano James “Wally” Brewster es un fenómeno raro, un oficial diplomático sin antecedente alguno. Era de esperarse. Un hombre que ha enfrentado virulentos y despiadados ataques de distintos frentes sociales dominicanos, prestos a la corrupción del día a día y la impunidad que le acompaña.
El afamado “embajador pájaro” resultó ser más valiente y consternado por los intereses institucionales nacionales que cualquier “todólogo” funcionario de pacotilla, al servicio del gobierno con tal de llevarse su tajada al bolsillo.
Sus expresiones y accionar público revelan la intrínseca dinámica de poder en el estado dominicano, cuan podrida está la administración pública que sirve de arca y patrimonio del partido de gobierno.
Y eso que servían al partido para servir al pueblo. Ilusos son aquellos que soslayan la pulcritud del actual mandatario o sus allegados de Palacio, o que se realizan esfuerzos concertados contra los corruptos y las mafias que nos gobiernan. La desfachatez moral de la corporación morada es inigualable. Valiente tropiezo encontraron los agentes al servicio del alicaído sistema político nuestro con un personero de Chicago que nunca ejerció función pública alguna.
Su faena fueron mercadear y vender bienes raíces de costoso renglón, y su clientela fueron los acaudalados de la ciudad de los vientos. El Caribe le atrajo y su amistad con peloteros profesionales oriundos de suelo criollo lo llevó primero a vacacionar y luego a invertir en nuestro paradisiaco país.
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El caché se les fue a los pies y de nada les sirve la abultada billetera El Presidente Obama lo encomendó conociendo las circunstancias y tenía muy claro que era la persona indicada para asumir la representación diplomática de Estados Unidos en suelo nacional.
Aquel que se codeó con los estratos más importantes y poderosos de República Dominicana, quien desplegaba un amor casi propio por ese pueblo del traspatio antillano, como embajador se convertiría en el paladín de la verdad y exigiría cuentas claras a quienes encabezan el estado.
Cancelar el visado a Roberto Rosario no fue por chisme alguno. Fue un mensaje claro y contundente. Los temas de seriedad, los temas de estado, se asumen con responsabilidad y gallardía. Más tomando en cuenta asuntos de índole electoral.
Los traqueteos cotidianos, a los que estamos acostumbrados como dominicanos, no se tolerarán en la dinámica geopolítica del hemisferio y actuar con apego al billete y a la deshonra no funciona.
Las bocinas pagas en medios de comunicación, en radio, televisión y hasta el internet, le llaman injerencia indebida, dicen que el señor embajador asume posturas que no le corresponden. Parece que valen más las dádivas que lanzan desde la Casa Nacional del PLD, que el espíritu patriótico que deberíamos llevar todos como estandarte de la pulcritud y la honra al servirle a la patria. Las botellitas y los botellones en las filas de la administración pública pesan más que la dignidad y la honra.
Como pueblo, con un legado de corrupción y enriquecimiento indebido, estamos en la obligación de respaldar las ejecuciones y denuncias de un hijo adoptivo de nuestra tierra Quisqueyana, el osado señor Embajador James “Wally” Brewster.
