A Donald Trump no le bastaba un triunfo por la mínima en el tercer debate. Debía arrollar a Hillary Clinton para intentar una remontada que hasta ahora nunca ha logrado ningún candidato presidencial. Trump mostró más disciplina que en los otros dos debates y lanzó algunos golpes certeros a su adversaria. Pero en ningún momento pareció preparado para las responsabilidades que requiere el cargo al que aspira y perdió el debate al negarse a decir si aceptará el resultado electoral.
“Lo miraré cuando llegue el momento”, dijo el candidato cuando el moderador Chris Wallace le preguntó por los eventos en los que ha dicho que las elecciones están amañadas. “Los medios deshonestos envenenan las mentes de los votantes, pero yo creo que los votantes ven más allá. Veremos qué ocurre. Lo dejo en suspenso”.
Fue uno de esos momentos solemnes cuyo eco excede los límites de la sala donde sucedió. Su onda expansiva se dejará sentir en los 19 días que quedan de esta campaña, la más mezquina de la historia de la carrera presidencial.
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Conceder la derrota no es un detalle menor. Es una ceremonia importante en cualquier democracia occidental. El perdedor felicita al ganador y al hacerlo lanza un mensaje necesario a sus votantes: que su adversario es el líder de quienes le votaron pero también de quienes no lo votaron. Que es el líder de todo el país.
La negativa de Trump a reconocer el resultado puede crear un problema de orden público con sus seguidores más airados, a quienes su campaña está reclutando como ‘observadores electorales’ en lo que muchos perciben como una maniobra de intimidación. También puede potenciar la frustración de personas sin estudios en comunidades sin oportunidades económicas, donde alguno de los incondicionales del candidato ya ha prometido tomar las armas si gana Clinton para hacer ‘una revolución’.
La elección de Barack Obama en 2008 fue un hito para un país que no había cerrado las heridas de la esclavitud. Su adversario John McCain comprendió muy bien la importancia de aquel momento y pronunció uno de sus mejores discursos en una noche tan histórica como especial. ¿Pronunciará Trump el 8 de noviembre un discurso similar sobre su adversaria? No parece probable. Este miércoles dijo que ni siquiera deberían haberle permitido presentarse a la carrera presidencial. Son palabras habituales en lugares como Bielorrusia o Venezuela. Nunca antes se habían escuchado en este país.