Por Raul Mejia Santos
El Presidente Danilo Medina peca de ingenuo, o poco conocedor de la realidad que vive el país. Quebrantó su forma pausada y mesurada al responder incisivas preguntas de la prensa sobre la más reciente declaración del Embajador norteamericano, James “Wally” Brewster.
Parece ser que el mandatario tiene memoria selectiva, a pesar de sus amplias habilidades como estratega y buen sabueso de la política criolla. El arte de la diplomacia dicta unos protocolos específicos que pocas veces se deben violentar, máxime si las relaciones entre ambas naciones son estrechas y de suma colaboración.
Este es el caso de Estados Unidos y nuestro terruño antillano, por demás socios comerciales de primer orden en la región. Dentro del marco de las relaciones internacionales el respeto y la sutileza en el trato deben prevalecer, más tomando en cuenta de que hablamos del Presidente de la República.
En un exabrupto poco usual de su parte, contestó públicamente al Embajador y exigió de forma airada que se le señalen los casos de corrupción en el gobierno. “¿Cuáles son?” dijo e hizo referencia al narcotráfico en suelo nacional.
Fantasía más grande no pudo haber esbozado. Polemizar con el señor Embajador sobre situaciones ya comprobadas, aunque la justicia resulte inoperante, le resta elegancia a la investidura del primer mandatario.
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El Presidente le falta el respeto a todo el pueblo dominicano, sin pisca alguna de arrepentimiento. No solo se apartó del libreto en un evento protocolar en pleno Palacio, pero hace unas aseveraciones que carecen de lógica. Refresquémosle la memoria.
El caso de la compra de los aviones militares al Brasil es memorable, una “joya” de sobornos a gran escala tanto a legisladores y miembros de los cuerpos castrenses. Por este caso salieron volando del erario millones de dólares en un empréstito a largo plazo con organismos de financiamiento de ese país sudamericano.
El escándalo salpicó al sector aeronáutico del Brasil y puso en juego sus operaciones en la Bolsa de Valores de Wall Street, al ser acusada de manejos dudosos con funcionarios dominicanos. No podemos olvidar los Félix Bautistas de la vida, que se han hecho millonarios con el manejo turbio de obras sobrevaluadas en los gobiernos del PLD, sin ninguna repercusión judicial.
Su padrino político, Leonel Fernández, lo protege y tal parece que es un intocable. Como dejar de mencionar el escándalo por corrupción en el Oficina Supervisora de Obras del Estado, dependencia directa de la Presidencia de la República, que llevó al ingeniero David Rodríguez García, oriundo de Monte Plata, a suicidarse el año pasado.
O los miembros de la Policía Nacional, que decomisan droga para luego revenderlas a quien le pague más. No es tarea del cuerpo diplomático encauzar a los corruptos del gobierno morado, esa es una función indelegable de la Procuraduría General de la Republica y las distintas dependencias creadas por nuestro ordenamiento jurídico para combatir el crimen organizado.
Los casos de corrupción gubernamental son endémicos, síntomas de una crisis moral que no aparenta tener cura.
No mienta más Señor Presidente.
