Como dice la canción, “que dilema tan grande se presenta en mi vida”. Sí, creo que estamos ante un gran dilema: Se van ellos o nos vamos nosotros. Uno de los dos tiene que irse. No podemos convivir. El matrimonio tiene que disolverse, no por incompatibilidad de caracteres, sino de intereses.
El pueblo cometió un error: se casó sin separación de bienes creyendo que nadie se haría rico con el dinero del Presupuesto Nacional porque estaban en el partido para servir, como dijera el líder, lo cual resultó una mentira del tamaño de la Cordillera Central. ¡Un fraude!
El dilema: Se van ellos, o nos vamos nosotros.
Ocurre, sin embargo, que ellos no se quieren ir, habrá que echarlos. Ellos son menos pero tienen el poder que les ha permitido comprar adhesiones en todos los estamentos de la sociedad.
Tienen una mayoría mecánica en el Congreso, la Judicatura y demás instituciones del Estado como resultado del envilecimiento y la corrupción que ya desbordó lo imaginable.
Esa mayoría tiene los pies sumergidos en el fango de la putrefacción.
Es tan insoportable el mal olor que emana desde las alturas que no se puede vivir. El aire social está demasiado contaminado. Requiere una fumigación, pues de lo contrario la epidemia seguirá enfermando a los ciudadanos, no solo a los malos, relativamente pocos, sino a los buenos, que parecen perdidos en un espacio de 48 mil kilómetros cuadrados sin encontrar una salida.
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Muchas veces he llegado a la conclusión de que “este país se jodió”, que debemos “largarnos de aquí”, porque corremos el riesgo de que nos atraquen, asalten, violen o nos maten.
Es por eso que los hogares parecen cárceles con barrotes en puertas y ventanas.
Este es el país de los delincuentes, los ladrones y narcotraficantes, de los verdaderos dueños del país, que no son los empresarios del transporte público como dice la prensa y repiten los voceros del estiércol.
La gente decente, trabajadora y honesta no sabe qué hacer, ni dónde ir. No hay horizonte, la esperanza se desvanece cada vez que leemos los diarios, vemos la televisión y escuchamos la radio resaltando las noticias de cada instante: corrupción, prestamos, engaños, fraudes, robos, asaltos, atracos, secuestros, sicariato, puntos de drogas, intercambios de disparos, crímenes, violencia de género, etc., etc. La mayoría de las informaciones son trágicas. Nos hablan de un infierno. Y dicen que con candela y puya hasta el diablo huye.
¿Qué haremos entonces? ¿Esperar que nos violen, nos atraquen y nos maten sin hacer nada para evitarlo?
El gobierno no ha podido o no ha querido terminar con la corrupción, el crimen y el delito, más parecería que los estimulan para mantener a la población sumidos en la desesperanza, el terror y el miedo.
Vuelvo a preguntar, ¿qué haremos? ¿Nos vamos o nos quedamos? Si decidimos quedarnos, debemos luchar para echarlos a ellos del poder, pues de lo contrario seguiremos jodidos como país, como nación y como pueblo. ¡Ustedes deciden! Quiero quedarme. Al igual que la mayoría del pueblo, no tengo donde ir. Qué dilema, ¿no?