Prof. Raúl Mejía Santos
Resulta aparente que las consideraciones y gratitud de los haitianos hacia el pueblo dominicano solo llegan hasta el Rio Masacre, límite fronterizo entre ambos países.
Nuestros destinos como antillanos se han entrelazado desde mediados de siglo XIX, siendo Haití quien nos conquistó y gobernó por espacio de 22 años antes de declararse la independencia.
El trabucazo del 27 de febrero de 1844 se lanzó contra las tropas invasoras haitianas, no contra España “La Boba”. La incipiente burguesía mercantil criolla se resistió a las imposiciones de nuestros vecinos francoparlantes, nunca vieron con buenos ojos la ocupación haitiana y marcaron la oportunidad años después para asestarles el golpe definitivo que parió la república.
El tiempo ha pasado y los haitianos se resisten a ver al pueblo dominicano como un ente separado, que pertenece al concierto de naciones independientes del hemisferio. Hasta ese extremo llegan nuestros vecinos del occidente de la isla. Haití ha sido catalogado como un estado fallido, sus circunstancias históricas y los distintos intereses de las grandes potencias mundiales la mantienen sumida en el abandono e indigencia.
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Es indignante e inverosímil que solidarizarnos con nuestros vecinos a raíz de la tragedia del huracán Mathew, enviando toneladas de alimentos y artículos de primera necesidad hacia zonas afectadas, resulte oportuno para que sectores políticos y civiles haitianos hagan un llamado a rechazar dicha colaboración, por la sencilla razón de provenir del otro lado de la frontera.
Peor aún, que aprovechen la coyuntura actual para lanzar fango y ataques infundados hacia los dominicanos, como pueblo soberano es una aberración, propio de la mezquindad y la desdicha eterna que viven allí. Figuras prominentes de ese país, incluyendo candidatos presidenciales, piden a gritos el retiro de todo personal humanitario enviado desde Santo Domingo.
Estos cruzaron la frontera con la única intención de ayudar en los esfuerzos de rescate y reconstrucción, así como hemos hecho cuando se nos ha necesitado. La colaboración nacional con la reconstrucción de Haití ha sido de toda una vida. Los dominicanos hemos sido el sostén de ese país en tiempos de crisis.
Hemos sido solidarios, lo que no ha sido la comunidad internacional con todo y su despliegue de propaganda en medios noticiosos alrededor del mundo. Haití no es nuestra responsabilidad, la carga que la lleve otro.
Los grandes intereses internacionales franceses, ingleses y norteamericanos que se encarguen del problema haitiano, que asuman las riendas del asunto como les corresponde. Bastantes situaciones y retos enfrentamos como nación para tolerar la ingratitud eterna de nuestros vecinos.