Fidel Castro fue un simple mortal, bullanguero, hablador, a veces necio, y más que tenaz impertérrito, con un ego de primer plano, patriótico, inteligente, visionario, estudioso, solidario y audaz hasta la temeridad.
Por. Ramón Alburquerque
Posiblemente tuvo muchas de las cosas con las que ningún humano se hubiera atrevido a ser líder. Pero la historia y su propia determinación lo escogieron para llenar una era apoyado en una diminuta isla que en varias ocasiones hizo estremecer al mundo, libró desde la simple batalla social por Elián González rescatando un niño de maños de familiares en el exilio cubano, hasta la guerra de los cohetes con ojivas nucleares que puso en vilo el mundo en 1962, desafiando la sensatez de los liderazgos de John F. Kennedy y Nikita Khrushchev.
La significación antropogénica de Fidel surge de su espíritu intrépido, porque donde a casi nadie se le ocurría enfrascarse en luchas por los derechos humanos, la conservación del medio ambiente, o la sostenibilidad atmosférica, aparecía él, levantando pueblos oprimidos o apocados,o causas perdidas, ya fuere en África, Asia, América Latina, en las junglas de Vietnam, Laos o Cambodia, así como en calles de Chicago. Paradójicamente dio energía a los Black Panthers de los tugurios de Harlem, en New York. Fue arquetipo del Che Guevara en su mitológica liberación de América Latina, obra ciclópea que intentaba reproducir las hazañas de Simón Bolívar, San Martin y O’Higgins y otros eternos de la misma eternidad.
La significación de Fidel se explica en el hecho de convencer a débiles que su lucha era siempre posible si cargaban su conducta de coraje y de la firme conciencia de sus principios y valores. La brillantez de su verbo se encendía cuando demostraba que siendo originario de un diminuto punto geopolítico se agigantaba con sus iguales cuando se empinaba en las montañas de la dignidad.
Fidel después de Cristo, hizo una revolución casi únicamente con la palabra porque imitando al rabino de Galilea, él también era solo verbo y el verbo era con la gente. Aunque la distancia sea mucha entre los dos, por mi parte pienso que multiplicaron la esperanza entre humanos sin esperanzas. Los dos abrieron cielos para redimir a los sin nombres, sin voz, a los teñidos del color de la negritud, del mulataje, del provenir de clases bajas sin derechos como los parias nacidos de los pies del Brahma.
Fidel, Mandela y el Ché, están entre los últimos auténticos dichosos que recorren en muchedumbres el camino empedrado de la lucha por la liberación de los humanos y la biodiversidad. Estará con Salomón, Cristo y Mahoma, otros líderes teológicos y santos del parnaso, sirviendo de modelo a la pobre raza humana, que se refugia en dogmas cuando no puede explicarse la infinitud de magnitudes, procesos, biología y destinos de los tiempos.
Fidel ha muerto porque era necesario que así fuera para entrar glorioso a la eternidad.
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