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Un petrolero amigo de Putin será el nuevo Secretario de Estado nominado por Trump

Tillerson junto al presidente Ruso Vladimir Putin
Rex Tillerson junto al presidente Ruso Vladimir Putin

Rex Tillerson, jefe del gigante petrolero Exxon Mobil y próximo al presidente ruso Vladímir Putin, es el elegido por el presidente electo Donald Trump para ocupar el cargo de secretario de Estado. Sin experiencia política pero con una amplia trayectoria internacional y contactos en los cuatro rincones del planeta, Tillerson afrontará un complicado proceso de confirmación en el Senado, donde sus vínculos con Rusia suscitan recelos entre los republicanos. El presidente-electo ha anunciado oficialmente el nombramiento este martes.

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Tillerson, de 64 años, emergió por sorpresa la semana pasada en la competición por el cargo más delicado del gabinete: el encargado de representar a la nueva administración ante un mundo que ve con inquietud la llegada del republicano Trump a la Casa Blanca. El presidente y consejero delegado de Exxon Mobil, una empresa que, según su biógrafo oficioso, el periodista Steve Coll, funciona como un estado dentro del estado, acabó imponiéndose a candidatos más tradicionales como el excandidato presidencial Mitt Romney.

Tillerson, que ha hecho toda su carrera en ExxonMobil, recibió en 2013 la Orden de la Amistad de manos de Putin. Al frente de la multinacional energética, el nominado para el cargo de secretario de Estado reforzó la presencia en Rusia con una alianza con la petrolera estatal Rosneft.

Según amigos y socios de Tillerson citados por The Wall Street Journal, pocos ciudadanos de EE UU son tan próximos hoy a Putin como él. “Ha tenido más tiempo de interacción con Vladímir Putin que probablemente ningún otro americano con excepción de Henry Kissinger”, dijo hace unos días al JournalJohn Hamre, presidente del laboratorio de ideas Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales, en cuyo consejo de administración se sienta Tillerson.

Trump, que debe jurar el cargo del 20 enero, ha convertido la elección del secretario de Estado en reality show similar a los que presentó durante años en televisión. Por la Torre Trump de Manhattan desfilaban los aspirantes, y Trump los iba descartando o seleccionando para la siguiente ronda. Romney, considerado el favorito durante buena parte del proceso, topaban con el rechazo visceral de algunos afines a Trump que no olvidan que Romney fue uno de los críticos más severos del presidente-electo cuando era candidato.

La proximidad de Tillerson con Putin es significativa. Trump hizo campaña prometiendo mejorar las relaciones con Moscú. Intercambió elogios con el presidente ruso. Justificó la anexión de Crimea por Rusia en 2014 y dio a entender que, en caso de una agresión rusa contra los estados bálticos, que son miembros de la OTAN, EE UU no debería sentirse obligado a defenderlos. También animó a los rusos a piratear los correos electrónicos de su rival demócrata, Hillary Clinton. Después dijo que era una broma.

En octubre los jefes de los servicios de inteligencia estadounidenses dijeron, en un comunicado, que Rusia se encontraba detrás de la difusión de correos electrónicos del Partido Demócrata y de los asesores de Clinton. Y la semana pasada, The Washington Post reveló que la CIA había concluido que el objetivo de la interferencia rusa en la campaña era favorecer a Trump.

Tillerson se opone a las sanciones que EE UU y sus aliados de la UE impusieron a Rusia tras la anexión de Crimea, sanciones que han perjudicado sus negocios en este país.

Destacados senadores republicanos como John McCain o Marco Rubio han manifestado su escepticismo ante la nominación de Tillerson al Departamento de Estado. Sumados a los demócratas, podrían tener suficiente fuerza para veterla.

La voluntad de Trump de aproximarse a Rusia choca con la línea que ha mantenido el Partido Republicano en los últimos años. En un mensaje en la red social Twitter el lunes por la mañana, Rubio escribió: “Ser amigo de Vladímir no es un atributo que espero ver en un secretario de Estado”.

La ventaja de Tillerson es su experiencia empresarial y su red de contactos. En algunos países, como ha escrito Coll, los directivos de ExxonMobil son más poderosos que el secretario de Estado. El libro de Coll, Imperio privado. ExxonMobil y el poder americano, sostiene la tesis de que la petrolera, heredera directa de la Standard Oil de Rockefeller, actúa como un estado, con su política exterior y económica, e incluso su propia política de derechos humanos.

ExxonMobil ha afrontado en las últimas décadas numerosas críticas por los efectos de sus negocios en el medioambiente, desde el vertido del barco Exxon Valdez en las costas de Alaska, en 1989, a su papel en la financiación de grupos que cuestionaban los efectos humanos en el cambio climático. Con Tillerson al frente, ExxonMobil ha aceptado la realidad del cambio climático. Las críticas se centran en el hecho de que, durante décadas, lo ocultó a sabiendas de que existía, al estilo de las tabacaleras que publicitaban los beneficios del tabaco aun sabiendo que era perjudicial para la salud.

“Durante más de un cuarto de siglo la compañía intentó engañar a los políticos y al público sobre las realidades del cambio climático, protegiendo sus beneficios a costa de un daño inmenso a la vida de este planeta”, escriben en un artículo reciente David Kaiser y Lee Wasserman. Kaiser es descendiente de los Rockefeller, que hicieron su fortuna con Standard Oil y que ahora combaten a la petrolera.

Fuentes citadas por el diario Politico aseguran que fueron dos figuras centrales del establishment republicano, Robert Gates y Condoleezza Rice, quienes recomendaron a Trump nombrar a Tillerson. Gates fue secretario de Defensa con los presidentes George W. Bush y con Barack Obama. Rice, con Bush. Ambos trabajan como consultores para ExxonMobil, según Politico.

Tillerson es una figura atípica para dirigir el Departamento de Estado, aunque no el primero en proceder del sector empresarial. George Schultz era directivo de Bechtel Group antes de ser nombrado en 1982 en el cargo por Ronald Reagan. En 1961 John Kennedy nombró a otro reconocido hombre de empresa, Robert McNamara, presidente de la Ford, como secretario de Defensa.