Por Raúl Mejía Santos
Una de las virtudes más valoradas en la democracia es la capacidad de ventilar nuestra insatisfacción con el sistema que impera y disentir con las políticas públicas o accionar que emanan del estado. Es parte del derecho constitucional que nos cobija, o libertad de expresión.
No ha sido una conquista huérfana de sacrificios, o héroes que arriesgaron la vida envalentonando un pueblo ansioso por justicia y progreso a lo largo de su historia. La lucha social se ha dado en todas partes, izando la bandera del pacifismo o en ocasiones la confrontación armada cuando amerita.
No es un derecho llano, tiene distintos matices o facetas que la ley protege bajo su manto y es considerado uno de los derechos cívicos de mayor rango en nuestro ordenamiento jurídico.
La libertad de expresión también cobija la facultad cívica de organizarse y cuestionar la administración del estado cuando la ciudadanía percibe excesos o acciones lesivas a la función pública.
Una marcha contra la impunidad, como la que proponen el próximo domingo 22 de enero en la capital dominicana y en otras demarcaciones, no solo es un ejercicio de civismo protegido por los derechos adquiridos a través de los años en nuestro país, pero también resulta un deber y compromiso con la patria ante el deterioro cada vez mayor del manejo de la administración pública.
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Ante la impunidad y corrupción que se pone de manifiesto, desde la clase política gobernante hasta el empresariado, es menester asumir con responsabilidad la tarea de exigir cuentas claras al liderato político nacional y hacerles entender que las causas se libran con vergüenza y respeto a un pueblo sacrificado, cosas que parecen desconocidas para ellos.
El deber de todo dominicano es indignarse con la situación actual y participar de dicha expresión espontánea de valor y gallardía, independientemente de quien la convoque.
Nos vemos obligados a poner a un lado nuestras inclinaciones o simpatías políticas para gritar al unísono “BASTA YA” del abuso, la cobardía, la corrupción que impera en el gobierno y los manejos deshonrosos.
No podemos seguir viviendo a merced del atropello continuo de las mafias que dirigen el estado, las cuales ven sus acciones corroídas como costumbres naturales propias del sistema.
Nadie puede darse el lujo de mantenerse indiferente, o ignorar el llamado a levantar la voz y expresar la inconformidad que sentimos. El pueblo dominicano se levanta hoy como hizo la generación de Manolo, Minerva y Caamaño; se levanta como los patriotas que ofrendaron su vida enfrentando al tirano durante su reinado y los herederos que nos legó; se levanta para defender lo más noble en la vida, la patria.
El amor que siento por mi país, por la identidad que me inculcaron de niño, por las virtudes que veo en mi gente, hasta por el merengue que disfruto escuchar, hace que me sume a esta causa. Abajo con la impunidad que nos arropa, con la corrupción y la injusticia. Yo apoyo la marcha.