Ambos se necesitan pero su relación no es la mejor avenida. Desde el principio, el trato entre los medios de comunicación y el presidente electo Donald Trump ha sido difícil, por eso los periodistas asignados a reportar sobre lo que ocurre en la Casa Blanca dirigieron al magnate una carta abierta sobre cómo ven esta relación ineludible, que se antoja algo tortuosa.
Los periodistas muestran en la misiva su indignación ante la posiblidad de que el nuevo equipo reubique la tradicional sala de prensa de la Casa Blanca a un lugar más apartado del ala Oeste, donde se encuentra la oficina del presidente.
“Es lo último en un patrón de comportamiento que ha sido persistente durante toda la campaña”, señalan al recordar algunos de los encontronazos que han tenido por recurrir a Twitter “para burlarse y amenazar a los reporteros individuales y alentar a sus partidarios a hacer lo mismo”.
Le recuerdan que ha abogado por leyes de libelo menos rígidas y amenazó con “numerosas demandas por su cuenta (contra periodistas), ninguna de las cuales se ha materializado”.
Además, le acusan de haber evitado a la prensa y burlar las normas que funcionaban hasta ahora con los periodistas que cubren la Casa Blanca y acompañan al mandatario en todas sus actividades públicas, así como la convocatoria habitual de ruedas prensa.
Los periodistas reconocen que el derecho constitucional de proteger la libertad de prensa no establece la frecuencia de las ruedas de prensa pero “mientras usted tiene todo el derecho a decidir sus reglas del juego para interactuar con la prensa, nosotros también tenemos algunas”, agregan.
“Al fin y al cabo es nuestro tiempo en antena y el espacio en nuestros periódicos lo que usted está buscando para influenciar”, ironizan, si bien agradecen a Trump que con su entrada en la escena política “nos ha forzado a repensar las cuestiones más fundamentales sobre lo que somos. Por lo que le estamos agradecidos”.
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Las reglas del juego
Tener acceso a sus eventos sería lo deseable, pero aseguran que no es algo crítico al recordar que algunas de las consideran fueron las mejores informaciones durante la campaña procedieron de algunos medios a los que no dejaron entrar.
Trump ha empezado a manejar conceptos periodísticos para su propio beneficio como los encuentros off the record en los que un funcionario público normalmente suele hablar con mayor libertad sobre un tema a cambio de que no se puede publicar ningún extracto de la conversación.
En este sentido subrayan la “obsesión sobre los detalles del gobierno” y su determinación para preguntar durante su mandatao sobre sus políticas y cómo se pondrán en práctica, al tiempo que aseguran que serán más exigentes con su propio trabajo que nunca.
Mientras faltan apenas 48 horas para su investidura, le instan a que disfrute de la ceremonia – puestos a romper tradiciones… no parece que vaya a haber el habitual periodo de gracia que suelen dar los medios al nuevo presidente al llegar a la Casa Blanca – y mantienen su compromiso con hacer frente común ante situaciones como que un periodista no reciba una pregunta porque “ha dicho algo que no le gusta”.
“En el mejor de los casos (para Trump) va a estar ocho años en este trabajo. Nosotros hemos estado por aquí desde que se fundó la república y nuestro trabajo ha sido ratificado y reforzado una y otra vez”, afirman.
