Barack Obama no se quedará de brazos cruzados después de abandonar la Casa Blanca, el viernes. El presidente quiere pasar unos meses tranquilos, escribiendo y en familia, dijo este miércoles en su última rueda de prensa. Pero añadió intervendrá en el debate si observa que la Administración Trump discrimina a las minorías, silencia a la prensa o expulsa a inmigrantes sin papeles que llegaron a EE UU siendo menores. Aunque formulado con elegancia y sin citar a su sucesor, Donald Trump, un aviso semejante es poco habitual por parte de un presidente saliente, y es un reflejo de la inquietud de millones de estadounidenses ante el desembarco del nuevo presidente en Washington.
Obama enumeró cuatro escenarios que amenazarían los “valores centrales” de Estados Unidos y le podrían sacar del silencio propio de muchos expresidentes novatos. Uno, casos de discriminación. Dos, obstáculos explícitos al voto de las minorías. Tres, intentos institucionales para silenciar a la prensa. Y cuatro, esfuerzos para detener a jóvenes inmigrantes y enviarlos a otros países. “Todo esto me haría decir lo que pienso, aunque no significa que me vaya a presentar a unas elecciones”, dijo.
Trump prometió en la campaña electoral expulsar a los once millones de inmigrantes sin papeles que viven en EE UU, posición que posteriormente ha dejado en el aire. Durante la campaña, y tras su victoria electoral, el 8 de noviembre, ha hostigado a la prensa y hace una semana llegó a silenciar a un reportero en una rueda de prensa. El equipo del nuevo presidente ha barajado la posibilidad de sacar a los periodistas que cubren la Casa Blanca de la sala de prensa del Ala Oeste, y desplazar ruedas de prensa como la de ayer a otro lugar. Muchos periodistas trabajan permanentemente en unos cubículos en el Ala Oeste.
“Tenerlos en este edificio”, dijo Obama al inicio de la rueda de prensa, “nos fuerza a ser honestos y a trabajar más duro”. “América los necesita y nuestra democracia los necesita”, añadió.
El presidente saliente aludió a la libertad de prensa como uno de los valores que EE UU debe defender en el mundo, junto a los derechos humanos y a una serie de normas, como la que impide a un país grande invadir otro pequeño. Obama admitió que EE UU no es perfecto y no siempre ha estado a la altura de estas normas, pero expresó el deseo de que la próxima administración mantenga la defensa de estos valores y no ceda el espacio a países que no los defienden.
Trump ha despreciado las alianzas tradicionales de EE UU, como la OTAN y la UE, y ha cortejado al presidente ruso, Vladímir Putin.
Como en todas las declaraciones y discursos de Obama desde la victoria de Trump, no lo mencionó explícitamente, pero a nadie escapaba que se refería a él en todo momento.
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El presidente dedicó buena parte de la comparecencia en la Casa Blanca a defender las últimas decisiones de su mandato. En los dos meses y medio de traspaso de poder, no se ha conformado en el papel de pato cojo —el término que designa al presidente en su final de mandato, sin influencia ni capacidad de gobernar— y ha adoptado una serie de decisiones que pueden condicionar al sucesor.
La última, la conmutación de la condena a la soldado Chelsea Manning, responsable de la filtración de Wikileaks en 2011. El presidente justificó la reducción de la pena afirmando que ya ha cumplido parte de la pena y se ha hecho justicia.
Obama se marcha con una popularidad cercana al 60%; Trump llega con una popularidad en torno al 40%, unos de los niveles más bajos para un nuevo presidente en tiempos recientes.
Obama no quiere marcharse con una nota pesimista. Confía en los jóvenes, “más tolerantes, por instinto más incluyentes que nosotros”. A sus hijas, decepcionadas por el resultado electoral, él y la primera dama, Michelle, les enseñan que “lo único que es el fin del mundo es el fin del mundo”.
“En este país hay más gente buena que mala, y existe un núcleo de decencia en este país”, dijo. “En el fondo, creo que nos va a ir bien. Sólo tenemos que luchar por ello, trabajar y no dar nada por ganado, y sé que nos ayudaréis. Gracias, cuerpo de prensa, suerte”.
Fueron sus últimas palabras en la diminuta sala Brady de la Casa Blanca, escenario de 21 ruedas de prensa en estos ocho años. El jueves será su último día completo en la Casa Blanca, que el viernes ya tendrá nuevos inquilinos, Melania y Donald Trump.