Por Raúl Mejía Santos
La amistad cosechada con el doctor Ramón Ceballos, director del portal noticioso TribunaDominicana, fue motivación suficiente para colaborar con el montaje del evento que protagonizó el periodista y comunicador Marino Zapete, el pasado sábado en la ciudad de San Juan. La Casa Dominicana, ubicada en Barrio Obrero, fue el lugar donde se consagró el encuentro entre el afamado e incorruptible Zapete y su audiencia.
Desde un principio el enfoque de la actividad fue llevar un mensaje constructivo que permitiera a la diáspora dominicana, residente en la “isla del encanto”, apreciar en su justa dimensión la difícil encrucijada que vivimos, siendo la falta de institucionalidad y el fracaso de la democracia los retos más apremiantes del país.
Organizar el evento no fue tarea fácil, asomaron dificultades desde temprano aunque me rodeaban estrechos colaboradores a quienes le debo el éxito del evento. La oposición más férrea vino del Consulado General de la República Dominicana en San Juan. Los amigos de esta instancia consular y sus aliados en la comunidad dominicana, representantes del oficialismo, fueron a los extremos de querer sabotearnos, porque no les parecía idóneo a sus intereses que trajeran al arduo crítico de la camada de bandidos que gobiernan.
Para ello utilizaron diversas estrategias que provocaron preocupación, aunque no mermaron los esfuerzos iniciados en aras de garantizar una buena difusión del encuentro. Cabe mencionar que organizaron un evento paralelo, el cual no había sido anunciado previamente. Su propósito fue desarticular la visita de Zapete y la conferencia que impartiría a sus seguidores. La jugada fracasó, en gran medida gracias a la verticalidad del Ingeniero Pachín Ramírez, quien se negó a retirarnos el local. Pachín empeñó su palabra y cumplió.
Tanto fue su respaldo que fue el primero en llegar en horas de la tarde, junto a su distinguida señora esposa. Les di la bienvenida. Pueden imaginar la impresión que tuve al escuchar la elocuencia de sus palabras a favor del evento y luego teorizando sobre el respeto que nos debemos todos como dominicanos, sin banderías o fanatismo de cualquier índole. Asentí con un gesto, le di un apretón de manos al tiempo que le agradecía su gestión.
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La nota jocosa la puso el propio Zapete cuando fuimos a buscarlo donde se hospedaba. Nos dijo que minutos antes había recibido una invitación al acto que le haría competencia. Que descaro pensé, no existen límites de cordura y respeto a una figura que han querido avasallar los poderosos “tutumpotes” de la clase política criolla, sin distinción de partido. Sentí aliento al escuchar el estruendoso aplauso del público cuando se percató de la presencia de nuestro invitado.
Los vítores y plegarias hacia su figura parecían eternos mientras se desplazaba por el interior del amplio salón, repleto de compueblanos de todos los rincones de nuestra patria. El espacio no fue suficiente para acomodar a todos los que se dieron cita allí. Una sonrisa se dibujó en su rostro, como cuando un niño llega a los brazos amorosos de su madre.
Así reaccionó el intachable Marino Zapete al dár inicio al encuentro que protagonizaría ante su gente, su pueblo. Quiero cerrar esta nota resaltando la valiosa colaboración de un reducido grupo de dominicanos genuinamente preocupados. Mi más sentido agradecimiento a Bienvenido Santos, Víctor Martínez, Johnny Vázquez, Esteban Reyes, Julio Meléndez, José Peña Geraldino, Rafael Pérez, Boanelge Inoa, Gregorio García, Romelinda Grullón y el doctor Ciprián.
Ellos formaron el equipo de trabajo en Puerto Rico y brindaron un apoyo incondicional desde el inicio.
Viviré eternamente agradecido por su esfuerzo y entrega.
Si se pudo.