Washington gira en torno a un hombre. Tiene 66 años, papada gruesa y una inmensa red de espías. Es Sergei Kislyak, el embajador ruso en Estados Unidos. Su contacto tóxico acabó hace tres semanas con el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn. Luego contaminó gravemente al fiscal general, Jeff Sessions, y ahora va camino de clavarle el aguijón a Jared Kushner, yerno y asesor del presidente Donald Trump.
En diciembre pasado, Kushner y Flynn se entrevistaron con el embajador. La reunión se celebró en la Torre Trump, de Nueva York, y duró 20 minutos. Su objetivo, según han reconocido portavoces de la Casa Blanca, “era establecer una línea de comunicación” entre la futura Administración estadounidense y el Kremlin. Aunque la voz cantante la llevó Flynn, la presencia de Kuschner, una de las figuras más próximas al multimillonario republicano, muestra la profundidad de la penetración rusa en los más altos círculos de la Casa Blanca y despierta nuevas dudas sobre la cercanía de Trump hacia su homólogo Vladímir Putin.
El momento elegido para la cita, revelado por The New Yorker, fue especialmente delicado. Obama estaba preparando las sanciones contra Rusia por su intromisión en la campaña electoral. El castigo tenía un motivo fundado. Los servicios de inteligencia habían concluido que el Kremlin había puesto en marcha una gran operación para “ayudar a Trump desacreditando a la demócrata Hillary Clinton”. Para ello recurrieron al jaqueo de las cuentas de correo del Partido Demócrata y de su jefe de campaña, John Podesta. El material lo filtraron luego a Wikileaks para su difusión.
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Ante el inminente castigo, los rusos estaban dispuestos a una escalada. Pero desde el Gobierno en la sombra se les aseguró que si templaban sus ánimos, sería más fácil reequilibrar las relaciones cuando Trump llegase al poder el 20 de enero. Esta gestión corrió a cargo de Flynn y culminó con una serie de conversaciones telefónicas con Kislyak el 29 de diciembre, el mismo día en que Obama decidía expulsar a 35 agentes rusos de suelo estadounidense. Tras estas llamadas, el presidente Vladímir Putin decidió no tomar ninguna represalia contra Estados Unidos. El ocultamiento posterior del contenido de estos contactos causó la destitución de Flynn, ya como consejero de Seguridad Nacional.
La cita en la Torre Trump fue anterior. La Casa Blanca ha insistido en que se trató de una reunión más de las “dos docenas” que mantuvo Kushner antes de la investidura con representantes extranjeros. Pero la presencia de Kislyak rompe este aire de rutina.
El embajador es el punto rojo donde convergen las investigaciones abiertas por el FBI, los servicios de inteligencia, el Senado y la Cámara de Representantes. Todos buscan determinar si el equipo de campaña de Trump estuvo vinculado a los ciberataques rusos contra los demócratas. En caso afirmativo, se destaparía la caja de los truenos. De momento, no hay nada demostrado. Pero en el camino ya ha caído Flynn y el fiscal general ha resultado malherido. Kushner puede ser el siguiente. O algún otro miembro del entorno de más cercano de Trump. Solo Kislyak lo sabe.