Por Augusto Manzanal Ciancaglini
En los Países Bajos se desarrolló el sistema de verzuiling, un modo de segmentar la sociedad por religión o ideología política, en la que cada sector organizaba sus propias instituciones. Al mismo tiempo, fue en este país donde surgiría por primera vez el consociativismo, es decir, la búsqueda de consenso en esta fragmentación social. Además, en los años ochenta se inauguró también allí el poldermodel, con el cual, para resolver las tensiones entre las fuerzas socioeconómicas, se profundizó en la consecución de pactos.
En las recientes elecciones holandesas, aprovechando con astucia el regalo en forma de conflicto diplomático que le brindaron los turcos, los liberales de Mark Rutte se impusieron a Geert Wilders, el estrafalario azote de los inmigrantes que es hijo de indonesia y esposo de judía húngara.
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Así, ante un panorama más fraccionado, el consociationalisme y la verzuiling siguen subrepticiamente vigentes, por lo tanto, el gobierno de Rutte deberá coordinar la renovación del sistema político holandés equilibrando con sagacidad cada tendencia. Para esto, sin imitar posturas populistas e incluyendo en el debate a los musulmanes, es indispensable que lleve claramente a su terreno el monopolio de la gestión de toda inquietud generada por el islam, desde mínimas incompatibilidades culturales hasta el fundamentalismo.
El futuro gobierno holandés, como muchos de sus pares europeos, tendrá que elaborar una coalición dispuesta a seguir moldeando un Estado abierto y moderno cimentado en el consenso. Entretanto, deberá mantenerse firme ante los discursos de odio de una y otra aldea cultural. Solo de esta forma se demostrará por fin que son los moderados los rivales naturales de los extremistas.
Hoy retumban más que nunca las palabras de Erasmo de Rotterdam; parte de los holandeses han optado por hacerle caso cuando dice: “De dos males, elige el menor”, pero la mayoría sigue admitiendo que “no va nada en que el hombre sea nacido donde quiera y de cualquiera, con tal de que sea bueno y virtuoso”, y por esta razón continúan exhortando así a su primer ministro: “Si no puedes hacer gala de un ánimo de príncipe, muestra al menos el de un comerciante”